martes, 12 de octubre de 2010

Ensayo: Ted Bundy y la génesis de la perversión

“Cuanto más cerca estamos sentados unos de otros, más difícil nos resulta llegar a conocernos.”
Hermann Hesse



INTRODUCCIÓN

En términos estrictamente clínicos, se entiende a la perversión como una desviación del objeto de la pulsión sexual, en el que se privilegia un objeto que pertenezca al cuerpo u objetos ajenos al mismo para llevar a cabo la actividad sexual. Sin la presencia de dicho objeto, o fetiche, la relación –previamente descrita por Lacan como imposible- no puede llevarse a cabo.

Pero si se habla de desviación, entonces estamos suponiendo la existencia previa de un camino del cual el sujeto puede desviarse. ¿Cuál es éste camino? Para Freud, como para tantos de nosotros, entender la normalidad implica adentrarse en la patología.

DESARROLLO

Freud se planteó todas estas interrogantes ya en 1905, al mencionar al fetichismo como una de las modalidades de la perversión, citando a Pinet al definirlo como una fijación del sujeto a una parte del cuerpo. A partir de entonces se considera al fetichismo como un paradigma de la perversión. Sin embargo, a mi parecer el fetichismo es apenas una pobre filia incapaz de describir en su totalidad una estructura tan compleja como lo es la perversa.

Si ante la castración y como paradigma de constitución del sujeto, se pueden tomar 3 caminos, a saber:

- La negación neurótica que no quiere saber del goce.
- El delirio psicótico que sustituye a lo real y
- La desmentida perversa, que se basa en la escisión del Yo y desemboca en una regresión a un estadío en el que el goce de la madre lo es todo y el nombre del padre es forcluido,

Y si por alguna razón el camino elegido llegara a ser el tercero, se tiene a un sujeto perverso en el cual la ley del Padre fue transgredida en pos del falo materno (constituido en el sujeto mismo).

Posteriormente, Freud recalcará que la perversión es el negativo de la neurosis, dado que:
a) El perverso actúa impulsos que el neurótico reprime y
b) Frente a la angustia, el perverso se defiende con regresiones a formas de sexualidad infantil.1

Por lo tanto, y retomando la pregunta inicial de si es posible una desviación de un camino considerado como el normal, Freud nos responde en sus Tres ensayos para una teoría sexual, en las consideraciones generales sobre todas las perversiones, lo siguiente:

“En la mayoría de los casos podemos encontrar en la perversión un carácter patológico, no por el contenido de la nueva meta sexual, sino por su proporción respecto de lo normal. Si la perversión no se presenta junto a lo normal (meta sexual y objeto) cuando circunstancias favorables la promueven y otras desfavorables la impiden, sino que suplanta y sustituye a lo normal en todas las circunstancias, consideramos legítimo casi siempre juzgarla como patológico; vemos este último, por tanto, en la exclusividad y en la fijación de la perversión.” 2

Como consecuencia, si el placer no se busca en una actividad específica neurótica y se encuentra en las desviaciones del objeto sexual o de la meta sexual, entonces se da la perversión.3 El sujeto perverso, entonces, asume un Otro completo y sabe de un goce posible, goce que el neurótico no se permitiría; y al desconocer la castración mediante la desmentida, dicho goce no tiene acotamiento y se vuelve un imperativo.

Transgredir se vuelve la ley misma y en ella se instaura el goce, volviendo al perverso un mero instrumento de la misma. Nuevamente, a diferencia del neurótico, quien no sabrá jamás lo que el Otro quiere, el perverso sabe perfectamente lo que quiere el otro: gozar, y él se considera en la posición de proveer ese goce.

De ahí que: “una vez asumida como normal la organización genital todas las formas de regresión o de fijación a estadios anteriores, en los que la sexualidad se manifiesta mediante pulsiones parciales estrictamente vinculadas a las diferentes zonas erógenas, se consideran perversas.” 4

Todo lo anterior se esgrime como una afirmación al caso del asesino serial Theodore ‘Ted’ Bundy, quien sacudió a los Estados Unidos y a la opinión pública mundial en los años 70’s. En él se establece la estructura perversa por excelencia.

Empezando por lo más grotesco, se puede observar como al practicar la necrofilia tras sus asesinatos, el sujeto realiza actos que no son vistos como adecuados, transgresores, además, el orden social con respecto en cuanto a sus normas y reglas no pareció importarle en lo más mínimo. Esta es la primera característica perversa, la más llamativa y desafiante. Con respecto a la evidente desviación, Freud diría: “algunas de ellas (metas sexuales) se alejan tanto de lo normal por su contenido que no podemos menos que declararlas patológicas, en particular aquellas en las que la pulsión sexual ejecuta asombrosas operaciones (lamer excrementos, abusar de cadáveres) superando las resistencias (vergüenza, asco, horror y dolor).” 5

Desde el punto de vista de Lacan, la perversión tiene que ver con el padre, como función como tal no ejecutada, es decir, un padre ausente o indiferente. La interpretación que se puede de este momento es la siguiente: tal vez el sujeto hubiera preferido inconscientemente un padre que lo golpeara pero que lo tomara en cuenta.

Para comprender las acciones violentas de una estructura perversa como la de Ted Bundy, se necesita comprender el modo en que las acciones transgresoras coexisten junto con el comportamiento cotidiano, no antisocial, del sujeto. 

Para el sujeto neurótico, su registro simbólico contiene los relatos ocultos y los significantes de su historia de vida, palpitando detrás de lo real que sostiene su vida anímica, la cual es la imagen de su vida familiar y profesional. Esta contención simbólica permite la interacción con el imaginario o fantasía del sujeto, y protege al yo del derrumbe del edificio simbólico como sucede en la psicosis. Para el sujeto perverso que mata y viola, no hay distinción entre lo simbólico y lo real.

De acuerdo a lo anterior, la historia de Ted Bundy se reactiva en cada crimen o pasaje al Acto que lleva a cabo. Para llegar a la raíz de su incapacidad de simbolización es indispensable que se busque en él un lazo con su primer objeto de amor, la figura materna, la cual representó la primer ruptura psíquica al haber sido suplantada desde los inicios de su infancia por su abuela materna, dado que la verdadera madre era madre soltera y por miedo al escándalo social se le hizo creer al niño que su madre real era su hermana, y su abuela, su madre. 

Debido a este engaño, Bundy vive sus primeros 4 años viendo en sus propios abuelos la imagen materna y paterna. Al descubrir la verdad tras esta ficción, el sujeto se reconoce como rechazado e ignorado por la figura materna, incapaz de construir su yo a partir de la mirada del otro, y por ende sin posibilidad de desarrollar fijación de objeto con la madre. Esto desemboca en la imposibilidad de simbolización durante toda su vida. Dicho rechazo lo llevó a formarse en la postura de la no valoración ante el otro, tornándose solitario y desconfiado hacia su medio, evitando cualquier relación libidinal de entrega.

Sin embargo, al darse una oportunidad de relacionarse y experimentar una relación formal, Ted Bundy vivió el ser rechazado por el objeto de su deseo (mujer) como un retorno a un estadío pre-edípico, en el cual, incapaz de simbolizar, él elige el pasaje al acto como única salida posible. Esto también puede interpretarse como un deseo de venganza hacia la figura materna, angustia que no pudo ser insertada en el plano simbólico, a través de la palabra, y que por lo tanto es actuada en contra de las víctimas. Los asesinatos son parte de la relación sádica que mantiene con ellas, y se dirigen a producir un ideal del Yo imposible tanto para él mismo como para la víctima: un sujeto que sólo experimenta placer en el goce, es decir, aquello que está más allá del placer. El imperativo es gozar mediante el crimen, es la ley del goce que somete al perverso a decirlo todo a través de un acto: el pasaje al acto. Hay un fracaso recurrente en el acto perverso: el propósito que se impone nunca se alcanza, por ello tiene que recurrir constantemente al mecanismo de repetición.

CONCLUSIONES

En el Edipo del perverso se tiene una función paterna desvalorizada o inexistente: Bundy nunca conoció a su padre biológico, no se implantó en él la ley del Padre, el temor a la castración ni la función de Ley. Al ser capturado, Bundy, de profesión abogado, decidió defenderse a sí mismo durante su proceso en la corte. Con esto demuestra que él se instaura como la Ley misma y también hace patente un deseo de reconocimiento. El perverso obtiene la reivindicación sociópata al aceptar la entera responsabilidad del acto que cometió, y solicita le sea reconocida la exigencia de un castigo. Lo anterior podría interpretarse como una psicosis de autopunición, adicional a la estructura perversa.

Durante su proceso en la corte, Bundy también personificó la escisión perversa del Yo, manteniendo una postura dual en la que negaba la evidencia de lo real (la brutalidad de los crímenes), y por otro lado, afirmaba la existencia de un real que no se veía (el imperativo del goce).

Se afirma que gran parte de los impulsos sádicos presentes en la estructura perversa responden a las exigencias de una madre fálica y cruel. En Bundy esto no se estructuró de este modo, pues ni siquiera se dieron los cortes necesarios para que existiera una transición del primero al segundo momento del Edipo; en la temprana infancia no creó lazo libidinal de ningún tipo, no se le impuso una figura paterna y no se logró identificación con ninguna de las 2 figuras, sino que por el contrario, se instauró una relación de odio hacia la figura femenina.

Escriben Keppel y Birnes: “la víctima, las escenas del crimen y las herramientas o armas empleadas por él (perverso) son utilizadas como extensiones de sí mismo, como manifestaciones físicas de su deseo (de goce). Dado que el asesino está satisfaciendo sus propias necesidades (imperativos), no puede sino dejar su tarjeta de visita en la escena del crimen”. 6 

Más allá del morbo del superyo y de la repulsión del yo íntimo que pudieran generarse hacia este tipo de casos, la función del análisis implica colocar la vista en la escena en la que el perverso dejó su tarjeta de presentación, y en un punto en particular a lo largo de la cadena de pasajes al acto. Encontrar la lógica subyacente en su metodología implica hallar el significante que no encuentra lugar en lo simbólico y se derrumba sobre lo real, avasallándolo por completo: para Bundy, uno de estos significantes en constante repetición eran las mujeres jóvenes, guapas, de cabello largo y lacio. Otro significante era el mostrarse desvalido, apelando a la compasión de las incautas para así llevarlas a su coche y apresarlas. Vaya a saber qué lugar ocuparían estos rasgos en la cadena metonímica de odio hacia la madre, el ser que lo despojó de la simbolización y al mismo tiempo lo entregó a la brutal capacidad de goce como Ley más allá de la vida y muerte.


BIBLIOGRAFIA

Textos Citados:
Un especial agradecimiento a Iván Arellano por haberme permitido citar su artículo:
1, 3, 4, 5 Arellano, Iván. “Diario psicoanalítico: La mentira materna y su relación con el odio. Ted Bundy asesino serial [informe psicoanalítico]”. Disponible en: http://ivan-diariopsicoanalitico.blogspot.com. Consultado el: 10/septiembre/2010
2Freud, S. “Tres ensayos para una teoría sexual”. Obras completas, tomo XXVI, Bs. As. Amorrortu,  1984.
6 Garrido, V. (2003). Psicópatas y otros delincuentes violentos. Valencia: Tirant Lo Blanch.      
Textos consultados:
Garrido, V. (2007). La mente criminal: La ciencia contra los asesinos en serie. Madrid.
Apuntes de clase del diplomado en Clínica Psicoanalítica Freud/Lacan





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