“En ti observé lo que tienen de enigmático los tiranos, cuya razón se basa en su persona, no en su pensamiento. Al menos, así me lo parecía.”
Franz Kafka, Carta al Padre, 1919
INTRODUCCIÓN
Lacan planteó al inconsciente como un lenguaje en el que, como en todo idioma, media un sistema de leyes que constituye los procesos diferentes de la conciencia. En este sistema de leyes se reconoce como una de las principales a la Ley del nombre del padre, es decir, a la articulación del nombre del padre con la significación fálica.
Una metáfora tiene como función el engendramiento de la significación; pues bien, el resultado de esta metáfora singular, que Lacan llamará metáfora paterna, será la emergencia del falo como significación.
En el Seminario 3, Lacan se pregunta lo siguiente: si nuestro acceso a lo que llamamos la realidad, nuestra inserción en la realidad, lo que hace que la realidad en la que vivimos sea una realidad estructurada –y no una sucesión confusa de percepciones y sensaciones, sino que posea una cierta estructura- depende de una concatenación de significantes, ¿cuál será el numero mínimo de significantes necesario para que se produzca el capitonado que hace de la realidad un mundo? En ese mismo Seminario, Lacan se responde que un significante clave para la entrada y el mantenimiento del sujeto en esta realidad estructurada es el significante del Nombre del Padre.
DESARROLLO
Concibiendo al sujeto dentro de esta la realidad estructurada, surge la necesidad de partir de la constitución del mismo a mediante el estadio del espejo. La mirada del primer Otro, la madre, y el encuentro con una imagen especular permiten la creación de la imagen, que se estructura a través de la conciencia de separación del cuerpo de la madre que posteriormente será lingüistizada e introyectada para así constituir al Yo que dará lugar al sistema de percepción/conciencia organizado por el principio de realidad.
A partir de entonces, el Yo estará al servicio de la imagen y se desarrollará en el campo del lenguaje. Si el sujeto no realiza este proceso, es probable tomar una postura psicótica, en la cual el sujeto al no lograr identificarse con la imagen del espejo, se encuentra desarticulado de la realidad, para posteriormente encontrar en el delirio el intento de incorporación a algo que lo articule.
No obstante, en el Seminario 4 Lacan trabaja particularmente que la relación entre la madre y el niño no es una relación meramente dual. Entre la madre y el niño se interpone cierto objeto, un objeto imaginario que incide en, y significa, esta relación. Este objeto es el falo.
Teniendo en cuenta el surgimiento de un objeto, se puede afirmar que la introducción de significantes delimita la constitución del sujeto, pues la articulación significante, es decir, la relación con otro significante –objeto- dentro de una estructura, indica el lugar de la falta en el Otro. Esto permite la creación del registro simbólico y con él, de la posibilidad de la metáfora, la cual es el sentido flotando que transita por debajo de la cadena significante, precipitando la emergencia de una nueva significación.
Ejemplificando lo anterior, Lacan en La dirección de la cura y los principios de su poder, establece que el sueño no es más que es una metáfora del deseo:
“El sueño no es el inconsciente, nos dice Freud, sino su camino real. Lo cual nos confirma que es por efecto de la metáfora como procede” 1
Pero volviendo a la metáfora paterna, lo que ésta nos arroja es la apuesta de que el sujeto –sujeto por venir, cachorro humano- advenga a un mundo ya estructurado por el significante. Antes de su primer llanto es hablado y re-hablado por los otros que constituyen su medio, que le hacen su lugar simbólico: el nombre que le antecede, el lugar en la casa, etc. Se tratará de ver entonces como este “proto-sujeto” pasará a hacerse sujeto de su palabra. Cómo pasará del campo del lenguaje a la función de la palabra, de qué manera una palabra puede fundar, puede ser fundante y como alguien puede hacer con lo que dice.2
Lo que dice Lacan es que hay una primera simbolización, una simbolización primordial, relativa al hecho de que la madre no es una presencia constante para el niño. Hay idas y venidas de la madre, una alternancia que se simbolizará de algún modo, de la presencia y ausencia, escenificada en el Fort-Da descrito por Freud. Ahí es donde surge el enigma de la razón de estas ausencias y presencias maternas, introduciendo la necesidad de nombrar aquello que es el Deseo de la madre y las implicaciones del mismo.
La relación entre la madre y el niño está mediada porque la madre desea el falo, relación nombrada como el triángulo imaginario, el cual hace de puerta de entrada al Complejo de Edipo. A partir de esta articulación Freudiana, es necesario introducir el término del triángulo simbólico, acuñado por Lacan, el cual proporcionará el significante apaciguador en tanto responde al enigma del deseo de la Madre, el cual es el Nombre del Padre.
Si la metáfora paterna funciona, aparece una respuesta a ese enigma por el deseo del Otro donde se juega el significado al sujeto. A la pregunta de qué es lo que la madre desea, la respuesta del padre es “el falo”. Y entonces el sujeto podrá situarse de una u otra manera en relación a esa significación –siéndolo o no siéndolo- y además localiza esa significación en una parte del cuerpo –teniéndolo o no teniéndolo-.
CONCLUSIONES
Sin una metáfora paterna que abra las puertas del Edipo, el sujeto no se puede constituir como tal; es indispensable que haya cortes entre madre, padre e hijo para que se pueda dar lugar a una relación. De no suceder, el sujeto queda atrapado en el campo de lo real, sin posibilidad de simbolizar (sujeto psicótico) y despedazado en donde deberían estar los cortes.
Asimismo, la introducción del concepto de Ley invocado por el nombre del Padre también permite poner un límite al goce, evitando así la transgresión absoluta que implicaría al sujeto instaurarse como la ley misma, sin tener un límite al goce y constituyéndose como instrumento del goce fálico que la madre no deseó de otro más que de él.
Por lo tanto, la metáfora paterna es fundamental para la creación del sujeto, en tanto que construye la red simbólica que lo contendrá del goce que desborda y de sus propios fracasos ante las defensas del Yo.
BIBLIOGRAFIA
Textos citados:
1 Lacan J. “La dirección de la cura y los principios de su poder”. Escritos 2, México, Siglo XXI, 1991, p.p. 600-622.
2 Ricardo E. Rodríguez Ponte, Sobre la metáfora paterna (II), en la Biblioteca de la E.F.B.A. (Escuela Freudiana de Buenos Aires). Disponible en: http://www.efba.org/efbaonline/rodriguezp-32.htm, Consultado el 18 de septiembre de 2010.
Textos consultados:
Lacan J. Seminario 3 y 4, México, Siglo XXI
Ricardo E. Rodríguez Ponte, La articulación Freud-Lacan en la perspectiva del retorno a Freud de Lacan, en la Biblioteca de la E.F.B.A. (Escuela Freudiana de Buenos Aires)
Apuntes de clase del diplomado en Clínica Psicoanalítica Freud/Lacan
López, Noelia. (2009). El lenguaje y el deseo en la estructuración del Yo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario